¿Por qué plantamos lo que plantamos y qué deberíamos plantar? La perspectiva económica de las decisiones silvícolas
Daniel Rodríguez Cebreiro
Director económico de la Asociación Forestal de Galicia
Cristina Verde Figueiras
Se lleva hablado mucho (y criticado) sobre las decisiones de las personas propietarias y gestoras de los montes privados gallegos (particulares y vecinales en mano común) en cuanto a las especies arbóreas a plantar. En la opinión mayoritaria de la sociedad gallega, a tenor de lo que se hace público, se considera que las personas propietarias y gestoras forestales sólo persiguen la rentabilidad económica de sus montes, sin tener en cuenta otros aspectos de la gestión forestal sostenible.
Pero si se quiere ser justo a la hora de opinar sobre la gestión de la propiedad forestal, deberían analizarse los instrumentos de ordenación con los que se gestionan esos montes, o interrogar a las personas gestoras sobre sus inquietudes a la hora de afrontar los trabajos a ejecutar en sus propiedades forestales Y quienes hagan esa labor prospectiva, probablemente lleguen a la conclusión de que en la mayoría de los casos, a la hora de redactar esos instrumentos de ordenación o de elegir el modelo silvícola a aplicar por parte de la persona gestora del monte, no siempre es el aspecto económico lo que más se tiene en cuenta, sino que la mayoría de las personas propietarias se dejan llevar más bien por otras cuestiones subjetivas o emocionales, sin tener en cuenta que, para lograr una gestión forestal sostenible, es necesario que ésta sea económicamente viable Y es sobre este aspecto sobre el que se va a incidir en este artículo.
La gestión de los montes de particulares
En el caso de los montes de particulares, las personas propietarias podrían agruparse a grandes rasgos en tres grupos en función de la gestión que llevan a cabo:
- Las que sólo tienen un criterio económico puro y duro, grupo en el que incluirían aquellos que se centran en la producción exclusiva de especies de rápido crecimiento.
- Las que tienen ese mismo criterio economicista, pero que apuestan por la diversificación de especies.
- Las que se mueven por un criterio más sentimental o medioambiental, que un asociado a la Asociación Forestal de Galicia definió como "románticas", que son las que priorizan aspectos distintos a los puramente económicos y que vienen siendo, en general, aquellas personas que practican la silvicultura de frondosas caducifolias para la producción de madera de calidad o de frutos forestales, mayoritariamente castaña.
La gestión de los montes vecinales en mano común
Aunque se ha mejorado mucho en este aspecto en los últimos años, lo cierto es que muchos de los instrumentos de planificación con los que se gestionan los montes vecinales en mano común todavía cuentan con una planificación que carece de un análisis adecuado de su viabilidad económica. En ocasiones esto se debe al hecho de que las personas que redactan esos instrumentos de ordenación no tienen en cuenta que la planificación que tratan de desarrollar puede que no contribuya a crear una sostenibilidad económica del monte a largo plazo. En estos casos, y teniendo en cuenta los instrumentos actualmente disponibles para realizar esas simulaciones, hojas de cálculo, es una pena no dedicar algo de tiempo a valorar si la distribución de masas que se propone para un determinado monte garantiza su viabilidad económica.
En otras ocasiones, son las juntas rectoras de las comunidades de montes, o sus asambleas de personas comuneras, quienes buscan convertir su monte vecinal en un oasis de frondosas caducifolias, sin tener en cuenta el coste económico que supone el mantenimiento de esas plantaciones. En estos casos, si no se cuenta con especies de turnos más cortos (u otro tipo de ingreso) que ayuden a financiar los trabajos en esas masas de frondosas caducifolias, se corre el peligro de que el monte acabe en un estado de cierto abandono. que es el escenario más negativo en caso de incendio, ya que esas masas no gestionadas adecuadamente alimentarán la voracidad de las llamas.
Los montes abandonados
Una parte cada vez mayor de las personas propietarias o gestoras forestales (sobre todo de montes de particulares, pero también de algún monte vecinal) ya no ven más perspectiva que tener sus propiedades forestales "a monte", sin realizar ningún tipo de gestión. Dependiendo de dónde se encuentren estos montes, en ocasiones esa gestión más deficiente (o inexistente) se convierte en una grave amenaza, tanto para los montes gestionados de forma sostenible de su entorno, como para la sociedad civil que vive junto a ellos. Este abandono resulta más doloroso para la sociedad en el caso de que esos montes se ubiquen en áreas donde se ha llevado a cabo una concentración parcelaria, al convertir en inútiles inversiones públicas millonarias.
Cuando se tienen sin gestionar montes de elevada productividad, como son muchos de los montes gallegos, la oportunidad perdida es aún más lamentable. Si se pregunta a quienes lo practican sobre las causas de este abandono, seguramente citarán razones como la falta de dinero para invertir en el monte, la pequeña dimensión de los predios que no los hacen rentables, la falta de compradores del producto obtenido, la falta de tiempo para atenderlos, el desánimo que produce ver cómo un incendio destruye en pocas horas el trabajo de años, o el desconocimiento de la ubicación exacta de tus propiedades…
Pero a día de hoy, la sociedad gallega dispone de herramientas que pueden frenar ese proceso, pudiendo revertir esa tendencia en el caso de profesionalizar una actividad, la forestal, que normalmente, por ser una actividad complementaria a otra principal, nunca ha conseguido un papel protagonista para sus titulares.
La figura de las agrupaciones forestales de gestión conjunta, en las que se han flexibilizado sus requisitos, de modo que se permita una mejor adaptación a la realidad de las personas promotoras y a la de cada territorio, puede ser una forma de poner en producción esos montes abandonados , ayudando a mejorar el bienestar de la sociedad que habite en su entorno. Esto, unido a una fiscalidad más adecuada, debería permitir que llegasen fondos económicos a las explotaciones forestales, dotando a esas agrupaciones de un músculo financiero que les permita completar los modelos silvícolas que se prolongan durante décadas.
Cómo ordenar y gestionar un monte con criterios de sostenibilidad económica
Cierto que no todas las decisiones en la vida tienen que tomarse en función de un análisis económico. Si así fuese, quizás muchas personas no habrían tenido hijos, ni se habrían comprado una casa o un coche, ni se habrían ido de viaje o de vacaciones, o incluso algunas no serían socias de la Asociación Forestal de Galicia, por ejemplo, pero también es cierto que, sobre todo en el caso de las personas propietarias particulares, las ventajas emocionales que puede tener el trabajo al aire libre, ver crecer los árboles u obtener una cosecha de los frutos pueden implicar un bienestar y una satisfacción que es difícil de valorar económicamente.
Aun así, en el caso de la gestión forestal, sobre todo en las superficies de mayores dimensiones que no cuenten con muchos recursos o rentas recurrentes, ignorar las consecuencias económicas de las decisiones silvícolas puede llevar a situaciones de abandono. Y es por esto que, con toda la incertidumbre que pueden generar los largos turnos de corta de las especies forestales, se proponen a continuación ciertos criterios que se deben tener en cuenta a la hora de tratar de gestionar un monte:
- Existen múltiples factores que inciden en la rentabilidad esperada, no dependiendo únicamente de la productividad del terreno donde se va a instalar la masa. En muchos casos es más importante el nivel de mecanización de la parcela o la elección adecuada de las especies.
- Tampoco conviene que las decisiones en materia de planificación forestal se adapten exclusivamente a las subvenciones, ya que puede llevar a que lo que se ingresa vía subvención se pueda perderse en productividad y en un mayor coste e explotación.
- Nadie puede garantizarnos que las subvenciones actuales vayan a estar vigentes a la hora de volver a replantar, por lo que es fundamental que los ingresos futuros permitan repetir el modelo forestal aplicado, además de dar el merecido retorno económico a quien desarrolla esa actividad. y quién arriesga su capital.
- Un precio elevado para un determinado tipo de madera hoy en día no nos garantiza que cuando la cortemos obtengamos un precio similar. Conviene escapar de modas o escaladas puntuales de precio, y fijarse más en las tendencias y en las perspectivas de futuro del uso de esa madera, ya que una mayor o menor demanda tendrá un impacto muy importante en el precio.
- La relación oferta-demanda es la que marca el precio, por lo que de nada sirve que tengamos una madera de mucha calidad o con grandes crecimientos, si luego la cadena de suministro no va a permitir poner esa madera en el mercado. No conviene dejarse llevar por informaciones que hablen del rendimiento de una u otra especie en lugares lejanos, ya que no es bueno tener un alto porcentaje de la superficie ocupada por especies "no demandadas" en el mercado local, que pueden acabar obligándonos a venderlas como leñas, con precios sensiblemente inferiores a los previstos.
- Hay que tener en cuenta que la silvicultura no cuenta con la flexibilidad que tienen otras actividades del sector primario. Un silvicultor que se equivoca no se dará cuenta hasta varios años después, y tras hacer una parte importante de la inversión necesaria. Es fundamental en la actividad silvícola “acertar a la primera”.
- El aprovechamiento del regenerado natural, en caso de que éste sea vigoroso, es la mejor opción posible, ya que estaremos utilizando una planta ya adaptada a nuestro terreno, los costes suelen ser menores y, lo que es aún más importante, retrasa el momento de las inversiones al tener que hacer los primeros trabajos tres o cuatro años después de la corta, y no al año siguiente.
- Los cambios de especies son muy costosos en caso de que la especie previa tenga buena regeneración natural, y deben planificarse teniendo en cuenta la repercusión que este sobre coste tendrá en la viabilidad económica del resto del monte.
- El mantenimiento de pistas y sus márgenes no debe verse como un gasto, sino una inversión, porque facilitará el acceso al monte para llevar a cabo su gestión; reducirá los costes de corta y saca, y por lo tanto, recibiremos un mayor precio por la venta de madera en pie y, sobre todo, porque resulta crucial en caso de producirse un incendio, ya que permite el acceso a los equipos de extinción, dándoles un escenario más seguro donde poder desarrollar su trabajo.
- Desbroces continuos de la maleza no garantizan que monte no arda. Por el contrario, y sobre todo en los montes de menos nivel de mecanización, de no contar con recursos recurrentes, puede propiciar que se acaben desatendiendo en el futuro otros aspectos cruciales para la defensa del monte, una vez agotados los fondos. Llega una determinada edad en la masa forestal, que dependerá de la especie plantada, en la que no será necesario realizar nuevos desbroces ya que el árbol "autogestiona" la biomasa circundante. Pretender tener un jardín es un lujo que pocos gestores forestales pueden permitirse.
- Las tasas de retorno (rentabilidad) de las plantaciones forestales son bajas como consecuencia del gran número de años que es necesario esperar para recuperar la inversión. Por ello, situar las masas con turnos de corta menores en las áreas más mecanizables parece lo más adecuado, de modo que aquellos modelos silvícolas que más veces se van a repetir tengan los menores costes posibles.
- Siguiendo con el argumento anterior, las masas de carácter protector (destinadas a prestar servicios ambientales) deberían instalarse en las áreas menos mecanizables del monte, teniendo en cuenta que, si las enfermedades y los incendios lo permiten, sólo será necesario desarrollar el modelo silvícola una vez. Así conseguimos dejar la superficie con menor coste de explotación para las especies que se cortarán de forma recurrente en el tiempo.
Aunque la aplicación de los criterios anteriores no garantiza con total seguridad alcanzar todos los objetivos, sí que irán contribuyendo a una mejora progresiva de la salud financiera del monte para garantizar su viabilidad económica y, derivado de esto, el poder desarrollar una gestión forestal sostenible.
Y ya para finalizar, conviene no olvidarse de que la naturaleza es nuestra aliada en todo este plan de viabilidad porque tarde o temprano será ella la que se tome el relevo en la gestión, permitiéndonos pasear por nuestro monte observando como todo “está en equilibrio” y como se van reduciendo los costes